Se aprende a caminar con la soledad.
Se aprende a no tomar la mano para demostrar amor.
Se aprende a no sonreír, a no disfrutar centímetro por centímetro cada metro de piel.
Se aprende a tomar el café de cada mañana sin compañia.
Se aprende a fumar solo.
Pasa el tiempo y se aprende.
Se aprende a que la memoria se cansa,
se agota,
renuncia.
Se aprende a bloquear lo que nos daña.
Se aprende a pasar por alto el dolor,
a empacarlo y lanzarlo lejos de uno.
Fríamente pasa el tiempo y se aprende.
Se aprende a pasar de largo.
Se aprende a no detenerse en las cosas pequeñas.
Se aprende a olvidar los detalles.
A ser un ente.
Pasa el tiempo y se aprende.
De repente, un día vas y te das cuenta
de que no sólo aprendes sino que también enseñas.
Enseñas a confiar,
a valorar,
a recordar.
Enseñas que la libertad y el amor
siempre deben mezclarse porque uno sin lo otro no progresa.
Enseñas de no vivir a medias.
Enseñas simplemente a respirar.
Resulta que finalmente pasa el tiempo
y de tanto que aprendes...
y de tanto que aprendes...
enseñas.
(el chocolate nunca fue más dulce hasta el Sol de hoy)
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