2 de octubre de 2009





Y ahí estaba yo, descompuesta, intacta, con la lluvia dándome en la cara, las gotas se confundían con mis lágrimas, así nadie lo notaría y los que transitan en aquella concurrida avenida chocan conmigo pero son, de cierta forma, mi único abrazo y refugio a la vez. Respiré hondo una vez más, inflé el pulmón de libertad. De repente, alcé la vista y etérea esbozé una sonrisa. Había elegido mi momento de debilidad.


(no es un momento cualquiera)

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